Pastor, que con tus silbos amorosos me despertaste del profundo sueño; tú, que hiciste cayado dese leño en que tiendes los brazos poderosos; vuelve los ojos a mi fe piadosos, pues te confieso por mi amor y dueño, y la palabra de seguirte empeño tus dulces silbos y tus pies hermosos. Oye, Pastor que por amores mueres, no te espante el rigor de mis pecados, pues tan amigo de rendidos eres; espera pues, y escucha mis cuidados; pero ¿cómo te digo que me esperes, si estás para esperar los pies clavados? |
viernes, 2 de diciembre de 2016
LOPE DE VEGA
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