miércoles, 13 de agosto de 2014

ANTONIO MACHADO

Del juglar mediativo
quede el ínclito ideario
para el alba que aún no ría;
y el muñeco estrafalario
del retablo desafíe
con su gesto al son gregario.
Hiedra y parra. Las paredes
de los huertos blancas son.
Por calles de Sal-Si-Puedes
brillan balcón y balcón.
Todavía, ¡oh don Abel!,
vibra la campanería
de la tarde, y un clavel
te guarda Rosa María.
Todavía
se oyen entre los cipreses
de tu huerto y laberinto
de tus calles-eses y eses,
trenzadas, de vino tinto-
tus pasos; y el mazo suena
que en la fragua de un instinto
blande la razón serena.
De tu logos variopinto,
nueva ratio,
que el ancla en agua y viento,
buen cimiento
de tu lírico palacio.
Y cuajado en piedra el fuego
del amante
(Amor bizco y Eros ciego),
brilla el sol como diamante.

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