jueves, 27 de diciembre de 2012

ANTONIO MACHADO

¡Oh, soledad, mi sola compañía,
oh musa del portento, que el vocablo
diste en mi voz que nunca te pedía!,
responde a mi pregunga: ¿con quién hablo?
Ausente de ruidosa mascarada,
divierto mi tristeza sin amigo,
contigo, dueña de la faz velada,
siempre velada al dialogar conmigo.
Hoy pienso: este que soy será quien sea;
no es ya mi grave enigma este semblante
que en el íntimo espejo se recrea,
sino el misterio de tu voz amante.
Descúbreme tu rostro, que yo vea
fijos en mí tus ojos de diamante.

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