viernes, 14 de diciembre de 2012

ANTONIO MACHADO

Las ascuas de un crepúsculo, señora,
rota la parda nube de tormenta,
han pinchado en la roca cenicienta
de lueñe cerro un resplandor de aurora.
Una aurora cuajada de roca fría,
que es asombro y pavor del caminante
más que fiero león en claro día
o en garganta de monte osa gigante.
Con el incendio de un amor, prendido
al turbio sueño de esperanza y miedo,
yo voy hacia la mar, hacia el olvido
-y no como a la noche ese roquedo,
al girar del planeta ensombrecido-.
No me llaméis, porque tornar no puedo.

No hay comentarios: