viernes, 7 de septiembre de 2012

ANTONIO MACHADO

¡Qué gracia! En la Hespería triste,
promontorio occidental,
en este cansino rabo
de Europa, por desollar,
y en una ciudad antigua,
chiquita como un dedal,
¡el hombrecillo que fuma
y piensa, y ríe al pensar:
cayeron las altas torres;
en un basurero están
la corona de Guillermo,
la testa de Nicolás!

Entre las brevas soy blando;
entre las rocas, de piedra.
¡Malo!

¿Tu verdad? No, la Verdad,
y ven conmigo a buscarla.
La tuya, guárdatela.

Tengo a mis amigos
en mi soledad;
cuando estoy con ellos
¡qué lejos están!

¡Oh Guadalquivir!
Te vi en Cazorla nacer;
hoy, en Sanlúcar morir.
Un borbollón de agua clara,
debajo de un pino verde,
eras tú, ¡qué bien sonabas!
Como yo, cerca del mar,
río de barro salobre,
¿Sueñas con tu manantial?

El pensamiento barroco
pinta virutas de fuego,
hincha y complica el decoro.

Sin embargo
-Oh, sin embargo,
hay siempre un ascua de veras
en su incendio de teatro.

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