LA HIJA DEL VENTERO
La hija callaba
y se sonreía.
Divino silencio,
preciosa sonrisa,
¿por qué estáis presentes
en la mente mía?
La venta está sola.
Maritornes guiña
los ojos, durmiéndose;
la ventera hila.
Su mercé el ventero,
en la puerta, atisba
si alguien llega. El viento
barre la campiña.
Al rincón del fuego
sentada, la hija
-soñando en los libros
de Caballerías-
con sus ojos garzos
ve morir el día
tras el horizonte.
Parda y desabrida,
La Mancha se hunde
en la noche fría.
viernes, 15 de enero de 2010
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