Del salón en el ángulo oscuro. De su dueño tal vez olvidada. Silenciosa y cubierta de polvo veíase el arpa. ¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas, como el pájaro duerme en la rama, esperando la mano de nieve que sabe arrancarla! ¡Ay! pensé; ¡cuántas veces el genio así duerme en el fondo del alma. Y una voz, como Lázaro, espera que le diga: «¡Levántate y anda!» |
viernes, 7 de abril de 2017
GUSTAVO ADOLFO BEQUER
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