viernes, 7 de abril de 2017

GUSTAVO ADOLFO BEQUER


Del salón en el ángulo oscuro.
De su dueño tal vez olvidada.
Silenciosa y cubierta de polvo
veíase el arpa.
¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas,
como el pájaro duerme en la rama,
esperando la mano de nieve
que sabe arrancarla!
¡Ay! pensé; ¡cuántas veces el genio
así duerme en el fondo del alma.
Y una voz, como Lázaro, espera
que le diga: «¡Levántate y anda!»

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