Faltar pudo su patria al grande Osuna, pero no a su defensa sus hazañas; diéronle muerte y cárcel las Españas, de quien él hizo esclava la fortuna. Lloraron sus envidias una a una con las propias naciones las extrañas; su tumba son de Flandes las campañas, y su epitafio la sangrienta luna. En sus exequias encendió el Vesubio Parténope, y Trinacria al Mongibelo; el llanto militar creció en diluvio. Diole el mejor lugar Marte en su cielo; La Mosa, el Rhin, el Tajo y el Danubio murmuran con dolor su desconsuelo. |
viernes, 27 de enero de 2017
FRANCISCO DE QUEVEDO
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario