jueves, 23 de abril de 2015

ANTONIO MACHADO

POR EL LIBRO PRESAGIOS

Francisco a Pedro Salinas:
Si el arte es fuego,
será con sombras divinas,
juego de manos de ciego.

A una mujer tres poetas,
Abel Infanzón, Juan Diego
y Vicente Gil, cantaron.
Cantó Infanzón el primero:
El aire por donde pasas,
niña, se incendia,
y a la altura de tus ojos
relampaguea.
Guarde Dios mi campo
de la nube negra,
guárdeme Santa María
de la amorosa tormenta.
No me mires más:
fuego que encienden tus ojos
ni tú misma apagarás.
Trovó Juan Diego, pulsando
a rebato en su vihuela.
¡Favor a mí, que me abraso!:
Un arroyuelo corría
entre los dos, y en tus manos
yo el agua clara bebía.
La niña se hizo mujer,
y el arroyo un ancho río.
Ya no me das de beber.
Ya no te alcanzo,
y es la sed que me abrasa,
sed de tus manos.
Siguió Vicente, pulsando
la prima de su guitarra
en el tema de Juan Diego:
la sed y el agua.
La sed y el agua, dijo,
son dos hermanas,
ni agua sin sed, morena,
ni sed sin agua.
Aunque suspiro,
bien sé que darme quieres,
lo que te pido.

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