domingo, 24 de febrero de 2008

RUBEN DARIO (Canción de otoño en primavera)

¡Juventud, divino tesoro,
ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro,
y a veces lloro sin querer...
Plural ha sido la celeste
historia de mi corazón.
Era una dulce niña en este
mundo de duelo y aflicción.
Miraba como el alba pura,
sonreía como una flor.
Era su cabellera oscura,
hecha de noche y de dolor.
Yo era tímido como un niño;
ella, naturalmente, fue
para mi amor hecho de armiño,
Herodías y Salome...
¡Juventud, divino tesoro
ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro,
y a veces lloro sin querer,
La otra fue más sensitiva,
y más consoladora y más
halagadora y expresiva,
cual no pensé encontrar jamás.
Pues a su continua ternura
una pasión violenta unía.
En un peplo de gasa pura
una bacante se envolvía...
En sus brazos tomó mi ensueño
y lo arrulló como a un bebé...
Y le mató, triste y pequeño,
falto de luz, falto de fe...
¡Juventud divino tesoro,
te fuiste para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro,
y a veces lloro sin querer...
Otra juzgó que era mi boca
el estuche de su pasión;
y que me roería, loca,
con sus dientes el corazón,
poniendo en un amor de exceso
la mira de su voluntad,
mientras eran abrazo y beso
síntesis de la eternidad;
y de nuestra carne ligera
imaginar siempre un Edén,
sin pensar que la Primavera
y la carne acaban también...
¡Juventud, divino tesoro,
ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro,
y a veces lloro sin querer...
¡Y las demás! En tantos climas,
en tantas tierras, siempre son,
si no pretextos de mis rimas,
fantasmas de mi corazón.
En vano busqué a la princesa
que estaba triste de esperar.
La vida es dura. Amarga y pesa.
¡Ya no hay princesa que cantar!
Mas, a pesar del tiempo terco,
mi sed de amor no tiene fin;
con el cabello gris me acerco
a los rosales del jardín...
¡Juventud, divino tesoro,
ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro,
y a veces lloro sin querer...
¡Mas es mía el Alba de oro!

martes, 12 de febrero de 2008

SILENT NAME


GUSTAVO ADOLFO BÉQUER

RIMAS III

Sacudimiento extraño
que agita las ideas,
como huracán que empuja
las olas en tropel;

Murmullo que en el alma
se eleva y va creciendo,
como volcán que sordo
anuncia que va a arder;

Deformes siluetas
de seres imposibles;
paisajes que aparecen
como a través de un tul;

Colores que fundiéndose
remedan en el aire
los átomos de Iris,
que nadan en la luz;

Ideas sin palabras,
palabras sin sentido;
cadencias que no tienen
ni ritmo ni compás;

Memorias y deseos
de cosas que no existen;
accesos de alegría,
impulsos de llorar;

Actividad nerviosa
que no halla en qué emplearse;
sin rienda que lo guíe
caballo volador;

Locura que el espíritu
exalta y enardece;
embriaguez divina
del genio creador...
¡Tal es la inspiración!

Gigante voz que el caos
ordena en el cerebro,
y entre las sombras hace
la luz aparecer;

Brillante rienda de oro
que poderosa enfrena
de la exaltada mente
el volador corcel;

Hilo de luz que en haces
los pensamientos ata;
sol que las nubes rompe
y toca en el cenit;

Inteligente mano
que en un collar de perlas
consigue las indóciles
palabras reunir;

Armonioso ritmo
que con cadencia y número
las fugitivas notas
encierra en el compás;

Cincel que el bloque muerde
la estatua modelando,
y la belleza plástica
añade a la ideal;

Atmósfera en que giran
con orden las ideas,
cual átomos que agrupa
recóndita atracción;

Raudal en cuyas ondas
su sed de fiebre apaga;
oasis que al espiritu
devuelve su vigor...
¡Tal es nuestra razón!

Con ambas siempre en lucha
y de ambas vencedor,
tan sólo el genio puede
a un yugo atar las dos.

domingo, 10 de febrero de 2008

GUSTAVO ADOLFO BEQUER

RIMA II

Saeta que voladora
cruza, arrojada al azar,
sin adivinarse dónde
temblando se clavará;

Hoja que del árbol seca
arrebata el vendaval,
sin que nadie acierte el surco
donde a caer volverá;

Gigante ola que el viento
riza y empuja en el mar,
y rueda y pasa, y no sabe
qué playa buscando va;

Luz que en cercos temblorosos
brilla, próxima a expirar,
ignorándose cuál de ellos
el último brillará;

Ese soy yo, que al acaso
cruzo el mundo, sin pensar
de dónde vengo, ni adónde
mis pasos me llevarán .

CORAZÓN DE ORO


jueves, 7 de febrero de 2008

GUSTAVO ADOLFO BEQUER

RIMA I

Yo sé un himno gigante y extraño
que anuncia en la noche del alma una aurora,
y estas páginas son de ese himno
cadencias que el aire dilata en las sombras.

Yo quisiera escribirlo, del hombre
domando el rebelde, mezquino idioma,
con palabras que fuesen a un tiempo
suspiros y risas, colores y notas.

Pero en vano es luchar; que no hay cifra
capaz de encerrarlo, y apenas ¡oh hermosa!
Si, ten¡endo en mis manos las tuyas,
pudiera, al oído, cantártelo a solas.

sábado, 2 de febrero de 2008

OFFICER


ROMANCE (Siglo XV - XVI)

De la Batalla de Roncesvalles

Ya comienzan los franceses
con los moros su batalla,
y los moros eran tantos,
resollar no los dejaban.

Allí dijo Baldovinos,
oireís bien lo que hablaba:

-¡Ay, compadre don Beltrán,
mal nos va en esta jornada!

De la sed de mis heridas
a Dios quiero dar el alma;
cansado traigo el caballo,
más el brazo del espada.

Roguemos a don Roldán
que una vez su cuerno taña.,
oír lo ha el Emperador
que allende el puerto cabalga;
más nos valdrá su socorro
que toda nuestra sonada.

- No me los rogueís, mis primos,
que ya rogado me estaba;
mas rogadlo a don Reinaldos
que a mí no me lo retraiga:
ni me lo retraiga aquí,
ni me lo retraiga en Francia,
delante el Emperador,
estando comiendo a tabla,
pues más quiero yo ser muerto,
que sufrir tal sobarbada.

¡Oh malhaya los franceses
de Francia la muy nombrada,
que por tan pocos moriscos
el cuerno tocar mandaban!
Ya desmayan los franceses,
ya comenzaban de huir.
¡Oh cuán bien los esforzaba
ese Roldán paladín!
-¡Vuelta, vuelta los franceses
con corazón a la lid;
más vale morir los buenos,
que deshonrados vivir!

Volviendo van los franceses
con corazón a la lid;
tantos matan de los moros,
que no puede decir.

Por Roncesvalles arriba
huyendo ya el rey Marsín,
caballero en una cebra,
no por mengua de rocin;
la sangre que de él corria
las yerbas hace teñir;
las voces que él iba dando,
al cielo quieren subir:

- Reniego de ti, Mahoma,
cabeza de oro te fiz;
sesenta mil caballeros
a til te los ofrecí;
mi mujer Abraima, mora,
ofrecióte quince mil;
de todos ésos, Mahoma,
tan solo me veo aquí.